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Efectos Psicosociales del Divorcio en los Hijos

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El creciente número de divorcios constituye  un fenómeno social de la vida moderna que acarrea consecuencias negativas en los hijos. Diferentes estudios sobre el tema dan cuenta de los efectos psicosociales en los hijos impactando completamente sus vidas.  Aunque los padres al divorciarse no podrán evitar que sus hijos se vean afectados, contar con información suficiente sobre el tema les permitiría lograr una mejor comprensión del mismo y a lo mejor esforzarse para que el grado de afectación en sus hijos sea menor. A continuación se presenta un extracto del estudio realizado por la licenciada Carolina Gianella, a lo largo de quince años, con sesenta familias divorciadas que tenían hijos entre dos y dieciocho años al momento de la separación de sus padres, que pertenecían a una franja poblacional considerada psicológicamente normal y que no sufrían ningún modo de marginación social.

Efectos generales

Todos los hijos establecieron a lo largo de los años alguna vinculación entre la experiencia de crecer en el seno de una familia divorciada y sus experiencias actuales. La experiencia del divorcio agrega elementos a la identidad, modificándola. Los hijos de padres divorciados, comparten actitudes, sentimientos e ilusiones y se consideran miembros de un grupo humano especial. El hecho de ser hijos de padres divorciados les otorga  una identidad fija que los define y que afecta sus relaciones presentes y futuras.

En ellos persisten, a lo largo de los años, sentimientos de pérdida, tristeza y ansiedad. Se sienten menos protegidos, menos cuidados y consolados. Comparten valores más conservadores que  los de sus propios padres respecto al matrimonio: desean un matrimonio estable, comprometido, un amor romántico, duradero y leal, pero con la sensación de que hay pocas probabilidades de lograrlo. Creen que es necesario evitar los matrimonios impulsivos, y que la convivencia previa es buena. Ansían establecer relaciones perdurables, y les preocupa no poder hacerlo. Los efectos a largo plazo se originan por los cambios producidos en sus actitudes y en su autoimagen. La crisis del divorcio determina la cosmovisión de los hijos que crecen en ella, respecto a sus relaciones y expectativas. Aunque más difíciles de percibir que los cambio de conducta, estos cambios de actitud son a largo plazo más importantes para el individuo y la sociedad.

La posibilidad de un divorcio sano

Si bien el sufrimiento que el divorcio genera en los hijos es inevitable, y deja secuelas que se han observado en todos los casos, muchos hijos de padres divorciados se siguen desarrollando normalmente. Atravesar la transición del divorcio sin consecuencias psicosociales graves ha sido posible para un tercio de los niños y adolescentes involucrados. La evolución depende del tipo de arreglos interpersonales que se hayan desarrollado dentro del sistema familiar y con el contexto social. En un período inmediatamente posterior a la separación, la evolución de los miembros, y especialmente de los hijos, depende de la cohesión y la flexibilidad del sistema. Es decir, la familia debe mantenerse lo suficientemente ligada como para que los hijos no pierdan el sentimiento de pertenencia, y a la vez, ser lo suficientemente flexible como para acomodarse a los cambios. También es fundamental que las fronteras del subsistema parental se conserven y que los padres sostengan su jerarquía para poder continuar cumpliendo funciones nutricias y normativas. La causa central de trastornos en los niños es el estancamiento en alguna etapa del proceso de divorcio, que no permite construir y afianzar una nueva organización familiar viable. La ausencia de una estructura viable y estable post-divorcio hace a todos los miembros más vulnerables al estrés y al estancamiento en sus vidas individuales.

La resolución de la crisis del divorcio en relación a los hijos, está estrechamente ligada a la capacidad de los padres para generar acuerdos. Al respecto, se ha observado que:

  • si los padres logran acuerdos respecto a los hijos desde los primeros momentos de la separación, los hijos logran una mayor competencia social;
  • los acuerdos sobre regímenes de visitas preservan la salud mental de los hijos; los hijos con mayor competencia social son los que contaron con visitas acordadas desde el principio, siendo más importante la estabilidad en los encuentros con el padre no conviviente que su frecuencia; * lo primordial es la no abdicación de cada uno de los padres, la existencia de riñas es menos importante;
  • la no abdicación incluye los alimentos, que constituye el aspecto más delicado de los acuerdos, respecto al cual los padres muestran mayores dificultades, aún en casos en que pueden resolver otros problemas sin conflicto.

El divorcio es una experiencia muy diferente para los padres y para los hijos. Muchas veces lo que es bueno para los padres no lo es también para los hijos. No hay fundamentos para sostener que la mayor felicidad del adulto lo volverá necesariamente más sensible o preocupado por sus hijos. Muchas veces, las circunstancias que enriquecen la vida de un adulto pueden determinar que se encuentre menos disponible para sus hijos. El divorcio constituye una segunda oportunidad para los padres, que pueden vivirlo como la posibilidad de reconstruir sus vidas, volver a enamorarse, aprender de errores pasados, crecer psicológicamente y ser mejores padres. Para los hijos constituye la pérdida de su estructura familiar, fundamental para su desarrollo, y deben acomodarse a nuevos modos de organización familiar.

Referencia:

http://www.pgr.gob.sv